La Diferencia entre Locos y Cuerdos: Una Reflexión Poética.
Bachata salsa merengue regué percussion.Una composición de A.A.Mc.VLyrics
La Diferencia entre Locos y Cuerdos: Una Reflexión Poética
En los vastos paisajes de la condición humana, existe una línea tenue que separa a los locos de los cuerdos, una distinción que vibra entre la libertad y la restricción. Los locos, aquellos soñadores empedernidos, son los arquitectos de un universo donde los límites son meras ilusiones. Con alas de imprudencia y corazones ardientes, crean realidades donde la risa resuena y la locura se transforma en arte, en danza, en pura esencia vital.
En contraste, los cuerdos habitan en castillos hechos de sombras, encerrados en jaulas doradas, donde el miedo a lo diferente les impide explorar lo desconocido. Su existencia se convierte en un eco sordo, donde la risa es un susurro y la alegría, un recuerdo lejano. La búsqueda de la seguridad les lleva a un mundo sin colores, donde lo fugaz se convierte en un atisbo de lo eterno.
Los locos, con su música de notas perdidas, entrelazan melodías que el viento acaricia suavemente. Son artistas de la vida, quienes sin temor abrazan la vulnerabilidad y el riesgo. Por su parte, los cuerdos se quedan a la orilla de este río de posibilidades, temerosos de sumergirse en las aguas de la creatividad y la autenticidad.
Este contraste no es sino un espejo que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia esencia. Los locos viven en laberintos de claridad, donde cada decisión es un acto de amor incondicional hacia sí mismos y hacia el mundo. Los cuerdos, en su afán por controlar y poseer, muchas veces se convierten en prisioneros de sus propios temores.
Por ende, quienes se atrevan a ser llamados locos deben recordar que en esa locura hay una voz sagrada. En el caos, en la imperfección, reside la belleza de la vida. Mientras los cuerdos eligen un camino seguro, los locos desafían al destino, creando un universo lleno de posibilidades y matices.
En la danza de estos mundos duales, la invitación es clara: abrazar nuestra esencia, sin miedo a las miradas ajenas. Porque al final, lo que verdaderamente importa es ser fiel a uno mismo, y en esa lealtad, descubrir un horizonte de infinitas oportunidades por explorar.